EDITORIAL
Pandemia por el SARS-CoV-2: ¿Dónde reside el
verdadero Armagedón?
SARS-CoV-2 pandemic: Where does true Armagedon reside?
Aland Bisso
Andrade 1
1 Médico
internista. Past presidente de la SPMI
https://doi.org/10.36393/spmi.v33i1.502
En 1918 ocurrió una pandemia por Influenza H1N1
de origen aviar que afectó a alrededor de 500 millones de personas (un 30% de
la población mundial de aquel entonces) y una mortalidad global calculada en 50
millones, de los cuales 675,000 ocurrieron en los Estados Unidos.
En aquella época no se había aislado al virus,
no se conocían con exactitud los factores de su propagación ni los mecanismos
fisiopatológicos de la enfermedad y no existían exámenes de laboratorio para su
diagnóstico. El lavado de manos y el uso de mascarillas y desinfectantes no
obedecían a protocolos de seguridad bien definidos como hoy en día y tampoco
eran tomados en cuenta con la seriedad y urgencia del caso. Los métodos para
prevenir y tratar la influenza tenían limitaciones. No había vacunas contra la
infección ni medicamentos antivirales, y tampoco existían antibióticos para
tratar las infecciones bacterianas secundarias como la neumonía. Por último,
los pacientes con insuficiencia respiratoria grave no tenían la chance de
entrar al tipo de ventilación mecánica que se dispone hoy en día. Los esfuerzos
para prevenir la propagación de la enfermedad se limitaban solo a la promoción
de una buena higiene personal, el aislamiento, la cuarentena y el cierre de
lugares públicos como escuelas y teatros. Presiento que después de más de 100
años algunas de aquellas bien fundadas recomendaciones no han variado a la
fecha frente a la nueva pandemia por el ahora denominado SARS- CoV-2. La
diferencia fundamental, en contraste con lo que ocurrió en 1918, es que ahora
el escenario es completamente diferente: la población mundial supera los seis
mil millones de habitantes, el fenómeno de la globalización ha roto todas las
fronteras, no sólo por el avance de la tecnología, sino que millones de
personas se desplazan diariamente de un país a otro. Una movilización ilimitada
de gente alrededor del mundo a la cual se suma el fenómeno migratorio debido a
los serios conflictos que azotan muchas regiones del mundo. De otro lado, no
todos los países tienen condiciones económicas y sanitarias en iguales
condiciones. Sabemos de la precariedad del sistema de salud en los países en
vías de desarrollo y de los exiguos presupuestos que sus gobiernos le asignan
en este rubro. Además, un muy alto porcentaje de la población no tiene la
educación ni el civismo adecuado para acatar las recomendaciones de las
autoridades sanitarias y políticas.
Al 13 de marzo 2020, fecha en que escribo esta
editorial, la gente acudía en masa a los centros comerciales para atiborrarse
de papel higiénico, papel
toalla, alimentos, lejía y jabones, aun cuando solo se habían notificado
38 casos definidos de SARS-CoV-2 y no había transmisión comunitaria bien
establecida. Una situación insensata que solo lleva al desabastecimiento,
especulación y una motivación para el vandalismo. Es decir, un caos social que
solo puede empeorar la situación y generar más daño que la pandemia misma. Y
eso, sin hablar de la compra desmedida de mascarillas y alcohol gel que ocurrió
desde mucho antes, por más que todas las autoridades sanitarias y a través de
todos los medios, dijeron que las mascarillas solo son útiles en pacientes
sintomáticos y en el personal de salud expuesto, y que, más importante que el
uso de alcohol, es el constante buen lavado de manos con agua y jabón. Sin
duda, el temor a lo desconocido y las malas noticias que a diario viene de
otras latitudes, pueden sacar lo peor del ser humano en este tipo de
situaciones. El civismo, los valores, el amor al prójimo, el bien común y la
solidaridad, no siempre estarán presente en la medida de lo deseado y hasta
pueden convertirse en herramientas prescindibles en medio del caos.
El nuevo escenario de hoy también muestra el
alto nivel de información del que en todo momento podemos disponer. Sin
embargo, por cada información veraz y confiable que encontramos en la Internet
o las redes sociales, probablemente aparezcan diez (o mucho más) informaciones
tergiversantes, falsas y anodinas. Al nuevo coronavirus se le han atribuido
orígenes conspirativos, esotéricos,
extraterrestres, entre muchos
otros. Pero lo más peligroso
reside en la información que circula respecto a su prevención y supuesto
tratamiento. La lista es larga, va desde “sorbitos de agua caliente”, ingesta
de “ajos, limón, agua con sal” hasta un sinfín de vitaminas de todo tipo,
energizantes, inmunoestimulantes, pócimas mágicas y oraciones especiales. El
peligro de estas formulaciones difundidas en cada segundo
que pasa, es que mucha gente las
practica y hasta gasta dinero en forma innecesaria, descuidando la práctica de
medidas de prevención científicamente comprobadas. Es probable que la
acostumbrada baja credibilidad de la población por sus autoridades locales los
lleve a creer más en lo que circula por las redes sociales que en los medios de
comunicación oficiales o de instituciones científicas.
Por tanto, ¿cómo contener la diseminación de un
nuevo virus en el escenario de nuestro tiempo? No estamos en 1918. Ahora
conocemos al virus, existen los medios para su diagnóstico, contamos con
tecnología médica sofisticada y podemos tener en tiempo real todo tipo de
información. Sin embargo, en contrapeso, ahora existe una población desbordante
que viaja por todo el mundo, en la mayoría de países el desarrollo sanitario no
ha crecido a la velocidad de las necesidades de salud de la población, al mismo
tiempo también deben lidiarse con otras endemias o epidemias, las brechas
socioeconómicas son mayores, desconocemos la verdadera curva epidémica del
nuevo virus (ojalá sea similar a la influenza) y aún no asoma la disposición de
una droga antiviral eficaz y, menos, una vacuna.
Lo más probable que el comportamiento de la
pandemia y tasa de mortalidad varíen de una región a otra. En China, aun cuando
fue imposible detectar al paciente cero, su brutal medida de contención y
enorme capacidad de respuesta sanitaria (construyeron un hospital en diez
días), mostró una tasa de mortalidad de 2,3% (1 023 fallecidos entre 44 672
casos confirmados) y a la fecha han frenado significativamente la velocidad de
aparición de casos nuevos. En Italia, la pandemia desbordó las medidas
iniciales de contención (tardía y débil en opinión de muchos expertos) y
rápidamente la diseminación se hizo comunitaria. En solo tres semanas (entre
febrero y marzo de 2020) llegaron a la cifra de 21 157 casos y 1 441
fallecidos. Los casos graves han saturado su capacidad hospitalaria y la
mortalidad general es alrededor del 6,5%, atribuido, principalmente, a que su
población tiene un muy alto porcentaje de adultos mayores (23% son mayores de
65 años), precisamente los más vulnerables a la infección por SARS-CoV-2. Por
tanto, los países que tengan altas poblaciones de adultos mayores, con
comorbilidades que los haga vulnerables, y al mismo tiempo no tengan acceso
oportuno a los servicios de salud, tendrán, sin duda, las mayores tasas de
mortalidad.
En este panorama, si bien es cierto solo queda
por redoblar las medidas de contención y mantener una educación continua en la
población, la cancha no está pareja para todos. No todos los países tienen la
misma reserva económica y recursos para mantener por tiempo prolongado medidas
como cierre de aeropuertos, toques de queda, suspensión de reuniones masivas y
aislamientos. A la gente de a pie que sale a ganarse el pan de cada día y sin
un centavo en el banco, no se le puede poner en cuarentena. Latinoamérica,
África y varios países del sudeste asiático no están en condiciones de
paralizar sus actividades comerciales por mucho tiempo, y sabemos de sobra que
el colapso económico traería peores consecuencias que la misma pandemia. El
mayor empobrecimiento de la población, simplemente, elevará la tasa de
morbimortalidad por todas las otras patologías, sean o no transmisibles.
Entonces, ¿dónde reside el peligro de la
aparición del verdadero Armagedón? ¿En el nuevo coronavirus? ¿En la capacidad
de respuesta cívica de la población general?
¿En la inteligencia y honestidad de sus
autoridades? ¿En el manejo inteligente y honesto de los recursos?
Son libres de añadir más interrogantes.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
Past pandemics.
URL disponible en: https://www.cdc.gov/flu/
pandemic-resources/basics/past-pandemics.html (Visto el 13 de marzo de 2020)
Zunyou Wu, McGoogan J. Characteristics of and Important Lessons from the Coronavirus Disease 2019 (COVID-19) Outbreak in China. Summary of a Report of 72 314 Cases from the Chinese Center for Disease Control and Prevention. JAMA. Published online February 24, 2020.
Ebrahim SH, Memish ZA. COVID-19 - the role of mass gatherings.
Travel Med Infect Dis. 2020 Mar 9: 101617.
Italy:
Coronavirus cases. URL disponible en: https://www.
worldometers.info/coronavirus/country/italy/ (Visto el 14 de marzo de 2020)
Citación
Bisso-Andrade, A. Pandemia por el SARS-CoV-2: ¿Dónde reside el verdadero Armagedón?. Rev Soc Peru Med Interna. 2019;33(1):5-6. https://doi.org/10.36393/spmi.v33i1.502